domingo, noviembre 15, 2009

Capitulo 19. La tonada de una precoz tempestad.

No se que es lo que me llama de las tormentas, las calles vacías, la falta de silencio, tu piel cubierta de humedad, el temblor de tu rostro, la sensación de tu pelo recordando la yerba con rocío entre mis dedos, las traviesas gotas corren a esconderse entre tus pechos, la excusa de compartir el calor entre nosotros, los besos entorpecidos por el frío, mi plan confabulado a la lluvia, los truenos protegiéndonos de los seres sensatos.

Hace varios años el sonido de la lluvia me recordaba la felicidad. Era solo un niño acompañando a sus padres, en un pequeño puesto ambulante, mi anhelo durante todo el año era esperar el mes de mi nacimiento. El aniversario de mi nacimiento era algo que pasaba para mi inadvertido, el hecho de que aguardara este día, era el inicio de la estación de lluvias.

Podía pasar horas viendo correr las pequeñas gotas resbalando por los hules, hasta convertirse en delgados hilos traslucidos que descendían hacia el lodo, mientras formaban enormes filas de diminutas cascadas entre cada puesto.

La lluvia me permitía estar un momento más en el puesto, un momento más con mis padres, sin el incesante alboroto de la gente, que era cambiado amablemente por la armonía de las gotas chocando contra el plástico.

Cuando esta cesaba y se convertía en brisa, buscaba con mi amigo, los tesoros plásticos que eran arrastrados corriente abajo, nunca supimos de donde venían, pero eran razón suficiente para meter nuestras manos en el pequeño caudal de tierra humedecida y basura.

Botas impermeables, adornadas con una cinta amarilla, decorada con dibujos de caballos, que alternaban entre rojo y azul, podía usarlas hasta que mis pies no resistieran a causa de las úlceras, eran mi fortaleza, podía pasar por donde ningún otro niño podía salir sin un resfriado o sin el regaño de una madre furiosa.

El tiempo se alentaba, como si la atmósfera causara este efecto, me permitía visualizar e imaginar.

Cuando el mercado se inundaba, el agua subía solo unos 20 centímetros, lo que para mi era estar como en una pequeña Venecia, con monstruos marinos hechos de los rabos y raíces de las cebollas, con desfiladeros hechos de papas, con puentes hechos de cajas y tarimas de madera, era perfecta.

El frío me dejaba utilizar mi ropa favorita, que para entonces mi idea de la moda, era entre más prendas mejor.

Al final de la lluvia mi pequeño cuerpo experimentaba gran nostalgia, como si un interesante amigo se marchara alargando su despedida.

Tal vez ahora sepa que aquellos tesoros eran el desperdicio de una tienda de joyas de fantasía, tal vez ya no use botas impermeables, tal vez ya no pase tanto tiempo con mis padres, pero el recuerdo que me trae la lluvia aun lo llevo conmigo. Solo me queda agradecerte, que compartas el gusto de esas pocas cosas especiales que han perdurado durante todos estos años.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chido, no se ke fumaste pero te esta funkando xD
La transicion del presente al pasado usando el sonido y y las gotas de lluvia estuvo chidin, casi ni se sintio.

Vuelve a leer los ensayos del Poe, aunke no es miedo igual podria funkarte xD.

Por el Gran Doah!!!

Unknown dijo...

"Tal vez ahora sepa que aquellos tesoros eran el desperdicio de una tienda de joyas de fantasía, tal vez ya no use botas impermeables, tal vez ya no pase tanto tiempo con mis padres, pero el recuerdo que me trae la lluvia aun lo llevo conmigo"

Si... tal vez ya no seas ese niño, pero algo me dice que tal vez si lo seas... el conocimiento lo cambia todo no?